El día que llegué a Vigo 

Llegué a Vigo con cierta emoción. Había oído hablar mucho de las hermosas playas y las impresionantes islas que hay más allá, pero ahora por fin estaba aquí para experimentarlo todo por mí misma. Después de buscar alojamiento e instalarme, decidí dar el paso y hacer todo para hacer mi reserva barco Islas cies.

 

El proceso de reserva resultó ser toda una odisea En primer lugar, había varias compañías que ofrecían excursiones a las islas, cada una más cara que la anterior. Tardé horas en buscar opiniones en Internet y comparar precios hasta que por fin encontré una excursión asequible que me pareció lo suficientemente prometedora como para reservar.

 

Luego vino el problema de embarcar: ¡hay que presentarse al menos dos horas antes de la salida si quieres que te aprueben el billete! Así que allí estaba yo, haciendo cola con otros cientos de turistas impacientes ante una diminuta oficina portuaria, con la esperanza de que aceptaran mi billete cuando abrieran de nuevo sus puertas a las 9 en punto de la mañana. Afortunadamente, mi billete fue aceptado sin problemas

 

Por fin, después de lo que me pareció una eternidad esperando en colas o buscando frenéticamente ofertas en Internet, estábamos listos para zarpar hacia nuestro destino: Las Islas Cíes En cuanto dejamos atrás el puerto y nos adentramos en mar abierto, a todos se nos levantaron los ánimos; el sol brillaba con fuerza sobre nosotros mientras los delfines saltaban de debajo de las olas junto a nuestro barco, ¡qué espectáculo tan increíble!

 

Pasamos varios días mágicos explorando este remoto paraíso lleno de acantilados cubiertos de exuberante vegetación que se alzaban sobre inmaculadas playas de arena blanca y aguas cristalinas que nos pedían que nos metiéramos en ellas… Finalmente, nuestro viaje había llegado a su fin. Aunque despedirnos fue duro cuando estábamos rodeados de tanta belleza, en el fondo sabíamos que nada dura para siempre.

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