La cigala, un crustáceo popular en la gastronomía mediterránea

Las cigalas son un crustáceo perteneciente a la familia Nephropidae y también una de las mayores delicias de la gastronomía mediterránea. Los platos relacionados son los que acaparan más la atención en las principales fiestas de nuestro calendario: Navidad, Año Nuevo, etcétera. De ahí que la necesidad de contar con un distribuidor de cigala congelada sea absoluta para las empresas del sector hostelero.

 

Pero la protagonista de grandes banquetes presenta al menos una desventaja: su punto de extracción. La mayoría de municipios españoles están alejados de la franja costera, por lo que el transporte de este producto supondría un perjuicio para sus propiedades esenciales en caso de no congelarse. Este proceso aumenta además la durabilidad del alimento, que pasa de ser un ingrediente de temporada a estar disponible durante los doce meses del año.

 

Sobran las razones nutricionales por las que merece la pena pescar, congelar, transportar y almacenar este crustáceo. En primer lugar, sus aportes en ácido pantoténico o vitamina B5 o ácido pantoténico son muy elevados, por lo que su consumo está indicado a personas afectadas de ansiedad y de migrañas. Esta vitamina participa, además, de la transformación de nutrientes en energía.

 

La cigala también se distingue por su alto contenido en vitaminas B3. Este grupo vitamínico, conocido a su vez como niacina, es beneficioso para la circulación y la disminución de los niveles de colesterol en sangre. Su ingesta está indicada, por tanto, bien para personas afectadas de la diabetes o la artritis, bien para reducir el riesgo de sufrir estas enfermedades.

 

Gracias a su escaso aporte de calorías, la cigala y sus productos derivados se adaptan bien a dietas light. Se estima que por cada 100 gramos de cigala fresca, el organismo aprovecha más o menos la mitad. Se trata de un alimento con abundante contenido de fósforo, calcio y potasio, indispensable para la salud humana.

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